martes, 16 de diciembre de 2008

Doble homenaje

Nunca ha existido un panorama cultural más rico en España que durante la Generación del 27, la llamada Edad de Plata. En mi opinión, incluso ha superado al mítico Siglo de Oro. El final de la década de los veinte y los años de la Segunda República fueron una época de esplendor cultural y artístico en la capital española. Los intelectuales españoles, junto con los franceses, se situaban a la cabeza de las vanguardias. Los cafés madrileños acogían a toda la pléyade de poetas, prosistas, críticos, dramaturgos, pintores, escultores... aunque las tertulias también tenían lugar en las casas de personajes distinguidos, como el poeta Vicente Aleixandre (en su casa de la calle Velintonia) o del cónsul chileno Carlos Morla Lynch, que residía enfrente del Parque del Retiro, y que publicó fragmentos de sus diarios agrupados bajo el título “En España con Federico García Lorca”. Últimamente se ha editado una versión más completa y resulta totalmente recomendable su lectura, pues Morla ha sabido plasmar en sus memorias la esencia de aquella época y de todos sus personajes, empezando por el propio García Lorca. Morla consigue humanizar a todos esos nombres que aparecen en los manuales de Literatura y que a menudo nos resultan tan distantes.

Sin embargo, algunos críticos defienden que el nombre correcto para referirse a esta etapa cultural española no es Generación del 27, sino Generación del 25. Luis Cernuda escribió un ensayo al respecto, en el que justificaba que 1925 fue el año en el que, aplicando una media sistemática, cada integrante de la Generación publicó su primera obra. Concretamente, en 1925 aparecieron “Tiempo”, de Emilio Prados; y “Marinero en tierra”, de Rafael Alberti.

La denominación de Generación del 27 fue idea de Gerardo Diego, que la llamó así en su famosa “Antología de la Generación del 27”. Escogió el año de 1927 porque en él se produjo un acontecimiento literario importante: el homenaje por el trescientos aniversario de la muerte de Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla, hace hoy exactamente ochenta y un años. El acto fue promovido por el célebre torero Ignacio Sánchez Mejías, a quien Lorca dedicaría su “Llanto”, y que siempre estuvo en contacto con los intelectuales del 27, llegando incluso a escribir obras de tono surrealista en sus últimos años de vida.



Hay un segundo motivo por el que el dieciséis de diciembre representa una fecha importante en la historia de la Literatura española. Hoy se cumplen ciento dieciséis años del nacimiento de Rafael Alberti Merello en el gaditano pueblo de El Puerto de Santa María, una noche de tormenta. El muchacho con vocación de pintor que, el mismo día en que murió su padre, descubrió que la poesía era su verdadero camino.

Y a partir de entonces, sin dejar de cultivar sus aficiones pictóricas, comenzó a cantar a su mar de Cádiz, ese del que le habían obligado a alejarse en su adolescencia. Gracias a su espíritu extrovertido y bondadoso, trabó amistad con el resto de integrantes de la Generación del 27 (Cernuda se le resistió). Afiliado al Partido Comunista, Alberti tuvo un papel destacado en la política y participó en las actividades de los Intelectuales Antifascistas durante la Guerra civil. Su desengaño amoroso con la pintora Maruja Mallo le sumió en una profunda melancolía de la cual surgió la desgarradora obra “Sobre los ángeles”. Pero poco después conoció a María Teresa León, la escritora que se convertiría en su amor eterno, y que le acompañaría durante su exilio a Argentina y Roma.

A su regreso a España, María Teresa comenzaba ya a sentir principios de alzheimer, y su memoria se fue deteriorando lentamente. Desde que ella murió, la soledad en la que quedó sumido Rafael le volvió vulnerable. Así fue como María Asunción Mateo se introdujo en su vida.

Hoy, resulta extremadamente complicado acceder a la obra de uno de los poetas más importantes de España, y también del mundo, y todo porque su heredera (Mª Asunción Mateo) exige precios elevadísimos. La hija de Rafael, Aitana Alberti, ha denunciado este hecho públicamente. Y es que realmente resulta triste que una obra tan sublime caiga en el olvido por intereses económicos.

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