jueves, 26 de noviembre de 2009

Con la Iglesia hemos topado


De nuevo, se repite el mismo esquema al que ya estamos acostumbrados en España cada vez que se aprueba una ley que apueste por la modernidad, por el progreso y por la construcción de una sociedad más abierta y libre. Porque progreso e Iglesia parecen dos conceptos incompatibles, tal como la actualidad se esfuerza en demostrarnos. La reforma de la ley del aborto, los matrimonios homosexuales; son algunos ejemplos de la intromisión de las instituciones eclesiásticas en asuntos ajenos a ellas. En este caso, la polémica pasa al terreno educativo, un tema especialmente molesto para la Iglesia, que tradicionalmente ha considerado ese ámbito de su propiedad. Y la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía supone para ella un auténtico asalto a su orgullo.

Últimamente, el Tribunal Supremo ha dictado una sentencia que no permite ejercer la objeción de conciencia para la asignatura, unificando las distintas decisiones de los tribunales superiores de determinadas comunidades autónomas en las cuales una serie de personas así lo había exigido. Estas personas no pedían que se eliminara la asignatura, sino concretamente que sus hijos no se vieran obligados a cursarla, por considerar que podía dañar gravemente su conciencia. Si atendemos a los temas que recoge la materia, no podemos evitar preguntarnos qué puede haberles llevado a tacharla de aberrante y de ataque directo a sus principios morales. Educación para la ciudadanía está formada por tres bloques para la Educación Primaria –Individuos y relaciones interpersonales y sociales, La vida en comunidad y Vivir en sociedad- y cinco para Educación Secundaria –Aproximación respetuosa a la diversidad, Relaciones interpersonales y participación, Deberes y derechos ciudadanos, Las sociedades democráticas del s.XXI y Ciudadanía en un mundo global. Tal como vemos, se trata de temas orientados a que los alumnos conozcan mejor su propia sociedad y profundicen en la concepción de democracia que en ella se desarrolla. Aparentemente, ningún ataque directo a la conciencia. Sin embargo, si entramos más a fondo en la materia descubrimos algunos puntos que contradicen a la moral católica más conservadora, como la definición que se da del concepto de familia, que no se refiere solo al concepto tradicional -padre, madre e hijos-, sino que también acoge a las parejas homosexuales, con hijos adoptados…

Pero… ¿quién está detrás de todo esto? No cabe duda de que las autoridades eclesiásticas tratan en todo momento de echar más leña al fuego, como se suele decir, con un duro discurso en el que acusan al gobierno de Zapatero de ejercer un totalitarismo por medio de la asignatura, y consideran “héroes” a los profesores que pueden seguir enseñando Religión católica en los centros educativos; como si Educación para la ciudadanía fuera una especie de cruzada contra el catolicismo.

Lo primero que debería plantearse la gente es que la nueva asignatura es paralela a la de Religión: no va en contra ni a favor. En ella se enseñan ciertos conceptos que contradicen la moral católica, ciertamente; pero esto no resulta algo novedoso. Si siguiéramos la línea argumental de los padres que se oponen a Educación para la ciudadanía, también tendríamos que darles opción de no cursar Biología, o Historia; porque, ¿no dañaría igual a la conciencia católica aceptar la teoría del Big-bang o la teoría darwinista del origen de las especies que asumir que puedan existir los matrimonios homosexuales? Por mucho que les cueste aceptarlo, la educación no puede quedarse en una mera interpretación de los textos bíblicos, porque eso contradice la idea de progreso y de cultura general. Si eso es lo que pretenden para sus hijos, lo único que les están proporcionando es ignorancia. Nadie puede elegir sus creencias si no conoce más que la religión.

Lo segundo que deberían tener en cuenta los obispos y la gente que considera amenazada la fe religiosa de sus hijos, es que ellos no son quiénes para acusar al Estado de adoctrinamiento, cuando la Historia nos ha demostrado la tremenda dictadura ideológica que ha ejercido la Iglesia durante siglos. Cabe preguntarse si no existirá aquí un cierto grado de rencor o de frustración al percatarse de que ya no son el centro neurálgico de la sociedad actual, y más al comprobar el intenso fervor con que tratan de influir en la opinión popular, sin dejar a la gente que decida por sí misma, entrando en un terreno que le es ajeno. Se ha llegado incluso a comparar Educación para la ciudadanía con una asignatura impartida durante el franquismo, Formación del espíritu nacional. No profundizaré en el carácter absurdo de este argumento, por resultar demasiado evidente; pero sí me gustaría señalar la ironía que supone el hecho de que, durante aquellos años de dictadura, la Iglesia no se quejó en ningún momento de dicha asignatura, a pesar de que, en este caso, sí se trataba de un claro adoctrinamiento.

Ante las posibilidades que abre la nueva materia, de formar ciudadanos que conozcan más su propio sistema democrático y que reconozcan la pluralidad de su sociedad, cuestiones como los principios del catolicismo deberían quedar relegadas a un segundo plano, al ámbito privado, tal como les corresponde. Aunque muchos se resistan a aceptarlo, nuestra sociedad viaja hacia el futuro; y no en sentido contrario, hacia la Edad Media. Y Educación para la ciudadanía no va en contra de la Constitución y sí a favor del progreso.
.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Discípulos de Maquiavelo


Todos los días, en referencia a noticias como el procesamiento de miembros de la ETA o la parálisis de la Ley de Memoria histórica, escuchamos la siguiente frase entre la gente de a pie: «¡La culpa es de Zapatero!». Se trata de una expresión casi tan usada como aquella célebre de «Todos los políticos son iguales», y precisamente ese uso excesivo es el que ha hecho que ya no nos paremos a pensar en la realidad de dicha frase. Porque culpar a Zapatero de asuntos que tienen que ver directamente con los jueces implica algo mucho más serio que la simple oposición partidista; implica la insinuación de que en nuestro país no existe una separación entre poder ejecutivo y judicial, tal como obliga el Estado de derecho.

La realidad, sin embargo, es que como telón de fondo de esta terrible afirmación encontramos la clásica lucha de partidos o, mejor dicho, la obsesión del Partido Popular por desacreditar al gobierno de Zapatero a cualquier precio, incluso poniendo en duda la propia estructura de nuestro país. Así, no nos impresionan todo lo que debieran hacerlo las últimas declaraciones de la número dos del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, que asegura que el Gobierno está haciendo uso de la Policía para llevar a cabo unas escuchas ilegales a miembros del PP. A pesar de no disponer de pruebas que confirmen tal acusación, De Cospedal llega incluso a hablar de España como un país corrupto en su sistema judicial, poniéndolo a la altura de la dictadura franquista, algo que resulta del todo inadmisible. ¿Cuál es la reacción que provoca en la sociedad? En unos casos, indignación. En otros, hilaridad –reír por no llorar, como se suele decir-; pero también existen las personas que no están lo suficientemente informadas y acaban creyéndoselo. Y así, nos encontramos con un estado de confusión general respecto al funcionamiento de nuestro país, consecuencia en gran parte de los discursos de algunos políticos.

Por desgracia, tales discursos abundan en la actualidad. Desplacémonos, por ejemplo, a Valencia, donde el asunto de la trama Gürtell sigue dando de qué hablar. Después de poner en marcha una investigación al salir a la luz unas financiaciones que el Partido Popular recibía de un grupo de empresas –investigación que, curiosamente, impulsaron miembros del propio partido-, el PP habla de un acoso y derribo hacia ellos por parte del Gobierno; inmiscuyendo a éste en un asunto que no forma parte de su competencia, puesto que es el sistema judicial el encargado de juzgar las tramas de corrupción de este calibre, como ya se hizo en nuestro país durante la presidencia de Felipe González, cuando fueron descubiertas financiaciones ilegales al Partido Socialista. Pero el PP es capaz de dar un giro a las situaciones en las que ellos mismos salen perdiendo para tratar de volverlas en contra del Gobierno. No les importa atacar a la dignidad de nuestro Estado de derecho con tal de vencer a Zapatero en las urnas. Es, de nuevo, aquella filosofía maquiavélica en la que el fin justifica los medios.

Sintetizando; podríamos decir que tales declaraciones y acusaciones no hacen daño al Estado de derecho en sí mismo, pero sí a la confianza que la sociedad deposita en él, y esta es casi tan importante como el buen funcionamiento del sistema. Realmente, ¿merece la pena alimentar la confusión general con fines meramente electorales? La oposición debería hacer alarde de una mayor profesionalidad y encontrar argumentos más creativos –y lícitos- para criticar al Gobierno, argumentos que no dañen el tejido social de nuestro país y sean, a ser posible, más constructivos. Pero mientras esto no ocurra, el arma más poderosa que tenemos es la información: necesitamos estar informados para no dejarnos llevar por la falsedad de algunas afirmaciones; comprender que el Estado español posee un sistema complejo en el que lo ejecutivo y lo judicial son entes independientes, y, dejando aparte el hecho de que estemos o no de acuerdo con la forma de gobernar de nuestro Presidente, no desentendernos echando la culpa a Zapatero de todo lo que ocurra, puesto que la política solo es una parte más en nuestro modelo de estado, y en muchas ocasiones no tiene la última palabra.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Un intento fallido




Retomo el blog tras mucho tiempo sin escribir –diversos motivos me lo han impedido- para hablar sobre la recién estrenada película “Little Ashes” –haciendo referencia al cuadro de Dalí titulado “Cenicitas” y traducida en España como “Sin límites”. Se trata de una coproducción anglo-española dirigida por Paul Morrison que trata de desarrollar la compleja relación homosexual de Federico García Lorca y Salvador Dalí en la época en la que ambos se alojaban en la Residencia de Estudiantes de Madrid. La distribución de la película ha sido muy limitada en Madrid, proyectándose en dos únicos cines: Ciné Cité Manoteras y Renoir Plaza España (en este último en versión original subtitulada).

Confieso que acudí a verla con la única intención de fundamentar mis críticas, pues lo que había oído de ella y visto en los trailers me la anunciaban como una película más interesada en el morbo sensacionalista que en narrar la verdadera historia de los dos artistas. Después de haberla visto, he de decir que me la esperaba peor, y procedo a analizar los aspectos más llamativos:

1. Contexto espacial: Aquí se encuentra una de las mayores debilidades de la película. Para empezar, a pesar de desarrollarse en Madrid está grabada en Barcelona, y aunque en otro tipo de películas eso no hubiera tenido mucha importancia, en esta se constituye como un error imperdonable al no haber reflejado el ambiente de cafés literarios y ambiente popular de los años veinte en Madrid. Por otra parte, la película está rodada casi en su mayoría en interiores, y no logra captar ese ambiente tan “madrileño” del que hablo.


2. Contexto histórico: Se ve a la legua que el guionista no estaba muy al tanto de la historia española o que tal vez no le interesara reflejarla en la película, lo cual a mi juicio constituye un craso error, ya que la realidad política de aquellos años tuvo una importancia capital en la vida y la forma de pensar de los intelectuales de entonces. Al comienzo, la película nos sitúa en Madrid, 1922; un Madrid “dominado por la religión, oprimido en todos los aspectos”. Pero no se nos dan más datos, ni se menciona que queda tan solo un año para que Miguel Primo de Rivera dé un golpe de Estado e instaure una dictadura que durará hasta 1930. Tampoco se hace referencia a la II República ni se explica como es debido el comienzo de la Guerra Civil en 1936. De esta forma, cuando los falangistas van a buscar a Lorca en su casa de Granada, no queda claro a qué se debe la detención ni quiénes son los autores de la misma –a no ser que conozcas previamente los hechos, como es mi caso.

3. Personajes: Comenzaré destacando la incongruente presencia de uno de los personajes principales, una tal Magdalena que estudia en la Residencia de Señoritas y que está enamorada de Lorca. Pero no solo eso, sino que además ocupa un lugar central en la trama y comparte una estrecha amistad con el poeta. En realidad, esta persona no existió; tal vez se han inspirado para crearla en Margarita Manso, una estudiante que compartió una experiencia sexual con Lorca. Pero me parece excesivo que se le dé tanta importancia a un personaje en el fondo inexistente y que ni siquiera se nombre a otros muy relevantes en la verdadera historia, como Pepín Bello o Rafael Alberti. De hecho, en la película solo aparecen los tres personajes centrales (Lorca, Dalí y Buñuel) y otros anónimos o inventados, cuando en realidad formaban parte de un grupo de amigos amplio y las relaciones sociales eran muy importantes en la Residencia, que a menudo parece desangelada y solitaria.



En cuanto a los actores, hay que destacar la gran caracterización de Javier Beltrán como García Lorca, en el aspecto físico. Sin embargo, el parecido termina ahí. El Lorca de la película es un ser silencioso, serio, con una excesiva formalidad que nada tiene que ver con la pasión andaluza que desbordaba el verdadero Lorca, tremendamente carismático y centro de atención de todas las reuniones. Lo que se nos presenta en la película es un Lorca bastante soso. Al actor que interpreta a Dalí, Robert Pattinson (conocido por su papel protagonista en “Crepúsculo” y por hacer de Cedric Diggory en “Harry Potter” le pasa lo contrario. Físicamente, no tiene nada que ver con el estrafalario pintor, pero su actuación es muy buena, según mi criterio, sobre todo en las escenas finales, cuando tiene que imitar las delirantes miradas de Dalí. Respecto al actor que hace de Buñuel, Matthew McNulty… no se parece ni física ni psicológicamente. El retrato que hacen de Buñuel es de un ser homófobo, bruto, casi salido de las cavernas. Si bien es verdad que el cineasta tenía un carácter fuerte, la forma de presentarlo en la película me resulta exagerada y hasta ofensiva.

4. Historia: Aquí hay numerosos errores (contar con la orientación de Ian Gibson no le habría venido nada mal al guionista), como el hecho de que Lorca se encuentre en la Residencia en el momento de la llegada de Dalí o que la persona que le acompañe antes de salir por última vez hacia Granada sea Buñuel y no Rafael Martínez Nadal; por poner algún ejemplo. También la lectura de los poemas lorquianos resulta en algunos casos errónea e incluso se llega a mezclar la “Oda a Salvador Dalí” con una parte del “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Sin embargo, hay que señalar un aspecto positivo: la forma en la que se ha tratado la relación entre Lorca y Dalí, sin alterar los hechos dando lugar al sensacionalismo, logrando captar esa intimidad tan especial entre ellos.


Conclusión: Lo que hubiera podido ser una buena película se ha estropeado por fallos en el guión y en la ambientación, principalmente, además de un desinterés por ceñirse un poco más a los hechos verdaderos. Contar con la aportación de Gibson hubiera sido interesante, insisto. No obstante, resulta curioso ver un intento de llevar a la gran pantalla a personajes tan interesantes como Lorca o Dalí y a una época tan fascinante como la Edad de Plata española. A los interesados en el tema, les recomiendo la serie de TVE "Lorca: la muerte de un poeta", dirigida por J.A. Bardem y protagonizada por Nicholas Grace. Esa sí es una buena producción.

viernes, 20 de febrero de 2009

Así murió un sueño



El pasado domingo 15 de febrero visité la exposición de la sala Conde Duque de Madrid titulada “La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30”. Se trataba de un interesante recorrido por los orígenes de la Ciudad Universitaria, proyectada en la primera etapa republicana, hasta el estallido de la Guerra Civil, que puso fin a un período de esplendor cultural e intelectual sembrando la desolación y la miseria más absolutas.

La Facultad de Filosofía y Letras fue diseñada gracias al trabajo del arquitecto Agustín Aguirre y del ingeniero Eduardo Torroja. Ambos trataron de crear un edificio moderno, con amplios espacios, grandes ventanales y vistas a la sierra; meticulosamente pensado para el uso docente y la investigación. Fue inaugurada el 15 de enero de 1933 por el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, y dirigida por el decano Manuel García Morente, que tenía la idea de crear una de las mejores facultades del mundo. Y de hecho, lo consiguió. El nivel de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid era notablemente alto, algo a lo que contribuía, sin duda, la presencia de eminentes intelectuales de la Edad de Plata entre el profesorado. La Facultad se dividía en cuatro secciones: Filosofía, Letras, Historia y Pedagogía. Entre los profesores que allí impartieron clase se encuentran José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri, María Zambrano, Julián Besteiro, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Claudio Sánchez-Albornoz, Manuel Gómez-Moreno, Agustín Millares Carlo, María de Maeztu y tantos otros.

Las reformas de García Morente incluían cambios innovadores como la supresión de los exámenes por asignaturas, el establecimiento de la Licenciatura en Filología Francesa, la implicación de los estudiantes en la vida académica o responsabilizarlos del cuidado del edificio y su mobiliario.

En solo unos años, la Facultad logró un 40% de mujeres sobre el total de alumnos matriculados, una de las bibliotecas más importantes de España e iniciativas tales como intercambios de alumnos con el extranjero o un crucero por el Mediterráneo.

A todo este esplendor se puso fin en julio de 1936, cuando el ejército franquista intentó entrar en Madrid desde Ciudad Universitaria, apropiándose de la facultad de Arquitectura. Los republicanos, por su parte, se instalaron en la de Filosofía y Letras. En la exposición pudieron verse numerosos libros atravesados por balas, que los combatientes usaron como parapetos. Gran parte del edificio fue dañado, al igual que el resto del complejo universitario. Al finalizar la guerra, los avances que se habían conseguido en el terreno educativo se frenaron en seco, y hubo un retroceso cultural e intelectual. Muchos de los profesores partieron al exilio, y las mujeres que no habían logrado terminar su carrera tuvieron que hacerlo en el extranjero. Así murió un sueño.


En la exposición se pudieron contemplar numerosas curiosidades, como la reproducción de las aulas de la época, la voz de algunos de los profesores, una sección entera para Ortega y Gasset o la primera edición de “La voz a ti debida”, de Pedro Salinas. Junto al ejemplar, los apuntes de sus clases y una fotografía en la que aparece con un grupo de alumnas extranjeras, una de ellas la norteamericana Katherine Whitmore, con la que mantuvo un romance y que le inspiró para escribir su famosa trilogía amorosa.




En la construcción de la Universidad, hay que partir del estudiante, no del saber ni del profesor. La Universidad tiene que ser la proyección institucional del estudiante. (José Ortega y Gasset)

Hay que salir a alta mar y con la colaboración de todos crear una Facultad de Filosofía y Letras que pueda parangonarse con las más ilustres y respetadas del mundo. Tengo el convencimiento pleno de que así ha de ser. (Manuel García Morente)

viernes, 23 de enero de 2009

Las máscaras de Dalí


Hoy se cumplen veinte años de la muerte del celebre pintor surrealista Salvador Dalí i Doménech, nacido en Figueres en 1904, y creador de mundos oníricos que reflejan las propias obsesiones y temores del pintor: relojes que se derriten y son devorados por hormigas, extrañas féminas cuyo interior se abre en forma de cajones, jirafas ardiendo, elefantes de patas extremadamente estilizadas, un huevo roto que desencadena el amanecer… Resulta casi imposible contemplar un cuadro de Dalí y quedar indiferente ante él. Pero también su persona despierta grandes preguntas: ¿dónde acaba el genio y empieza el loco? O viceversa…

Se necesitan más que cuatro o cinco párrafos para resolver el misterio de tan compleja personalidad, pero basta remontarnos a su juventud para descubrir algunas de las claves. En 1922, Dalí se trasladó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, alojándose en la célebre Residencia de Estudiantes. Por entonces, era un joven tímido e introvertido, que rehuía toda compañía y era tachado de excéntrico por sus compañeros, debido a la extravagancia de sus ropas y de su peinado. Fue Pepín Bello, otro famoso residente, quien descubrió el talento del catalán al entrar por casualidad en su cuarto y ver algunos de sus dibujos. Desde entonces, Dalí se convirtió en una figura popular en la Residencia, entablando una gran amistad con Pepín Bello, Luis Buñuel y Federico García Lorca, que llegó al curso siguiente. Fueron los tiempos de los anaglifos, la Sagrada Orden de Toledo de Buñuel, los carnuzos y los putrefactos, un término inventado por Dalí para describir a todas aquellas gentes y cosas consideradas caducas.

De aquella pandilla, la relación entre Dalí y Lorca fue la más profunda, llegando más allá de los años de la Residencia. Lorca se enamoró perdidamente del joven pintor, y este llegó a obsesionarse con el poeta, cuyo rostro comenzó a aparecer repetidamente en sus pinturas. Sin embargo, Dalí se negaba a aceptar del todo su relación con Lorca, y finalmente fue Buñuel quien, celoso de su profunda amistad, acabó distanciándolos, llevando a Dalí a su terreno. Ambos, Buñuel y Dalí, se trasladaron a París para iniciar su proyecto en común: la realización del cortometraje “Un chien andalou”. Para entonces, tanto Dalí como Lorca eran ya personalidades consagradas en su campo: la pintura y la poesía, respectivamente.

Poco después, Dalí conoció a Gala, ex-mujer del también surrealista Paul Eluard, y se casó con ella. Gala, bastante mayor que él, se convirtió desde entonces en su musa, a pesar de que su relación matrimonial no está del todo clara, al sostenerse teorías según las cuales Dalí era homosexual.

Y a partir de aquí, la carrera artística de Dalí se ve catapultada a la cumbre del éxito, a la par que se va labrando su elaborada serie de máscaras. Unas máscaras con las que consigue ocultar ante el mundo su propia inseguridad e introversión: la máscara de la presunción, la de la excentricidad, la de genio superior a todo y a todos… Y su más lograda máscara: la de loco. Porque Dalí nunca estuvo realmente loco, simplemente le interesaba estarlo. Y gracias a su brillante inteligencia creó una imagen de sí mismo capaz de despertar incluso más asombro que su propia obra pictórica. Así, inconscientemente –o tal vez más consciente de lo que creemos- se fue convirtiendo él mismo en uno de los putrefactos que en su juventud tanto había criticado. Llegamos a sus obras carentes de originalidad, a su desvergonzado franquismo, al petulante y sórdido negocio de su Teatro-Museo en Figueres. Ya ha perdido la magia, pero es conocido a nivel internacional.

Cabe plantearse si realmente hoy hacen veinte años de su muerte. Mi opinión es que hacen muchos más, porque el verdadero Salvador Dalí murió en algún momento indeterminado entre finales de los 20 y comienzos de los 30. El que desde entonces ocupó su cuerpo no fue más que un putrefacto cubierto de centenares de máscaras, máscaras con las que demostraba al mundo su terrible pavor hacia sí mismo.

Por eso dedico mi homenaje al verdadero Dalí: el que desconocía que 5 duros eran 25 pesetas, el que mandaba apasionadas postales a Lorca y dibujaba a su hermana Ana María asomada a la ventana… el que cazaba putrefactos al vuelo y los atacaba ferozmente desde algún Manifiesto Antiartístico, el que escondió su alma en aquel cuadro de 1927 titulado “La miel es más dulce que la sangre”… ese fue el verdadero genio.



¡Oh Salvador Dalí de voz aceitunada!
Digo lo que me dicen tu persona y tus cuadros.
No alabo tu imperfecto pincel adolescente,
pero canto la firme dirección de tus flechas.

Canto tu bello esfuerzo de luces catalanas,
tu amor a lo que tiene explicación posible.
Canto tu corazón astronómico y tierno,
de baraja francesa y sin ninguna herida.

Canto el ansia de estatua que persigues sin tregua
el miedo a la emoción que te aguarda en la calle.
Canto la sirenita de la mar que te canta
montada en bicicleta de corales y conchas.

Pero ante todo canto un común pensamiento
que nos une en las horas oscuras y doradas.
No es el Arte la luz que nos ciega los ojos.
Es primero el amor, la amistad o la esgrima.


Federico García Lorca, Oda a Salvador Dalí

miércoles, 14 de enero de 2009

PALESTINA LIBRE


La Franja de Gaza es, desde hace hoy diecinueve días, el escenario de un genocidio sin precedentes, de una ofensiva militar totalmente indiscriminada y de un colosal atentado contra los derechos humanos y contra la dignidad, la libertad y la vida de las personas. Sin duda, uno de los peores capítulos de una de las guerras más antiguas y sangrientas de la historia.

La causa aparente del inicio de la ofensiva israelí fue el lanzamiento de cohetes kasam desde Gaza, de fabricación casera, que mataron a cuatro israelíes. El lanzamiento de estos cohetes es una práctica habitual por parte de los combatientes palestinos, lo que nos da una idea del potencial armamentístico de las milicias de la Franja. No obstante, detrás de este acontecimiento, que no es si no una excusa para justificar los ataques, se esconden los verdaderos intereses del conflicto: derrocar la hegemonía de Hamás en Gaza, la organización integrista que controla la región palestina. Los dirigentes de Hamás, abiertamente opuestos al Estado israelí, suponen una pequeña molestia para Olmert y su gobierno, y a la hora de bombardear e invadir el territorio de los palestinos y mostrar el poderío militar de Israel, cualquier excusa, por mínima que sea, es suficiente. Y no es que considere la muerte de cuatro personas un hecho poco relevante. Es solo que comparando ese número con el de combatientes palestinos que morían cada mes antes de que estallara esta ofensiva, resulta insignificante. Y digo antes de la ofensiva, porque comparar dicha cifra con el número de muertos palestinos en estos diecinueve días de ataques sobre Gaza me parece insultante.

Los muertos se cifran ya en más de mil, de los cuales más de cuatrocientos son niños. La mitad de las víctimas son civiles. Estos datos dicen mucho del respeto del gobierno israelí no ya por los derechos humanos en su conjunto, sino por el derecho más básico de todos: la vida de las personas inocentes, por no hablar de la dignidad de un pueblo que ha sido masacrado, robado y humillado desde la creación del Estado israelí.

Otra de las cuestiones más graves de este asunto es el apoyo a la ofensiva por parte de la opinión pública israelí y de la comunidad judía internacional. Que Olmert y su cuadrilla de asesinos digan que los ataques cesarán cuando ellos crean conveniente no es nada por lo que escandalizarse, pero sí lo es oír a un joven israelí con mujer e hijos decir que se lo merecían. Estamos ante el más absoluto desprecio e indiferencia por el sufrimiento del pueblo palestino, que ni siquiera puede recibir ayuda de otros países debido a las restricciones de las autoridades israelíes. Y el hecho de ver una manifestación multitudinaria en Londres a favor de Israel nos da una clara pista del camino que siguen la solidaridad y el respeto por los derechos humanos en el mundo.

Por todo esto, exigimos el inmediato cese de las matanzas israelíes en Gaza y, si no es así, la intervención activa de la comunidad internacional (un tanto ajena al asunto estos días) en la consecución de un alto el fuego duradero. Y aún vamos más allá: queremos justicia. Justicia para el pueblo palestino. Y eso significa detener el abuso israelí y juzgar a todos los cerebros y ejecutores de las masacres por crímenes de guerra, si bien es algo muy difícil teniendo en cuenta que el país más poderoso del mundo lleva años alimentando esa guerra en la sombra. Justicia y paz.

PALESTINA LIBRE.

jueves, 1 de enero de 2009

Año Nuevo


Año Nuevo, una vez más. Y empieza igual que acabó el anterior. Personalmente, no noto la diferencia.

Me pregunto si realmente cambiar de año significa algo. Pensemos: ¿qué es un año? Un año es simplemente una forma calcular el tiempo transcurrido, un invento para organizar el calendario. La Nochevieja es, pues, una noche como otra cualquiera. ¿Por qué entonces lloramos, reímos, nos ponemos nostálgicos y festejamos más que ningún otro día en todo el año?

No deja de sorprenderme lo frágil que es la sociedad y sus esquemas y tradiciones: con solo un pequeño razonamiento bien dirigido pueden ponerse en cuestión todas sus claves. Por suerte o por desgracia, la fría razón jamás podrá extinguir la llama de las pasiones del ser humano.

Os deseo un feliz año a todos y todas, aunque no sepa muy bien lo que estoy deseando. Os deseo, básicamente, felicidad en vuestras vidas. Respecto al por qué de estas fiestas, no sé. Supongo que cualquier excusa es buena para festejar y olvidar por un momento que el tiempo y la vida siguen su curso inexorablemente.

Sigamos celebrándolo, día a día. Celebremos que seguimos vivos.

Feliz 2009.