domingo, 28 de septiembre de 2008

The time is gone, the song is over...



El pasado lunes 15 de septiembre de 2008 falleció a los 65 años de edad, víctima de un cáncer, el compositor y teclista británico Richard Wright, conocido por ser el teclista y uno de los miembros fundadores de los legendarios Pink Floyd. Es mi deber dedicar unas líneas a hablar del legado musical de la que posiblemente sea la banda de rock más influyente de todos los tiempos. He elegido esta foto, la ilustración de PULSE, el DVD de la última gira de la banda antes de su reunión para el Live 8 en 2005, porque creo que resume bastante bien la música y el estilo del grupo.

Habrá quien diga que no le gusta Pink Floyd porque su música le parezca deshumanizada, o no le transmita sentimientos, o simplemente “le suene raro”. Está claro que se trata de una banda diferente de todas las de su tiempo y que aún hoy conserva su singularidad. Y eso es porque Pink Floyd rompió con la tradición musical de la época, revolucionando no solo el aspecto puramente estético, sino también las letras, textos profundos y con abundantes metáforas e imágenes que no se limitan a hablar de amor, sino que tratan temas que van mucho más allá, desde contenidos sociales (Another brick in the wall, Money) hasta cuestiones filosóficas como la memoria o el paso del tiempo (Time, Comfortably numb) que, unidos a las melodías innovadoras y misteriosas del teclado de Rick Wright, a la guitarra de David Gilmour (que no es tocada, sino que habla), y a los más impresionantes efectos de sonido, consiguen crear una música grandiosa y astral, que juega con pausas, largos silencios, cambios de compás y solos tremendamente expresivos al ritmo de la batería de Nick Mason para crear en el oyente una sensación que solo se puede experimentar escuchándolos a ellos. Y si a todo esto unimos las discretas pero profundas voces de Gilmour, Roger Waters (cuyo bajo es sencillamente genial) y del malogrado Syd Barrett, el resultado es un sonido que todavía no ha podido ser superado por nadie, y que nunca pasará de moda, sino que nos acompañará durante toda la vida. Su música no transmite sentimientos simplemente; evoca imágenes, recuerdos, fenómenos de la naturaleza o a veces, como es el caso del tema Echoes, nuestra propia vida: el pasado, el presente y el futuro.

En todas sus etapas, desde los psicodélicos años sesenta en los que, bajo la influencia de Barrett, crearon el álbum más representativo del rock psicodélico (The Piper at the Gates of Dawn, 1967) hasta el rock progresivo de los últimos tiempos, marcado entre otras cosas por la salida de Syd Barrett (a quien dedican Shine on You Crazy Diamond) y sus problemas con las drogas (concretamente con la LSD), han sido fieles a su particular estilo musical, y seguirán presentes en la historia de la música, ya que la página más brillante de los últimos cincuenta años la han escrito ellos.

Sí, el tiempo se ha ido; pero la canción nunca se acabará.
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Autor: Juan

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