viernes, 19 de septiembre de 2008

"Que todos sepan que no he muerto"


Aquella trágica madrugada del 18 de agosto de 1936, el poeta Federico García Lorca fue vilmente fusilado por los falangistas, y enterrado en una fosa común situada en el término municipal de Alfacar, muy próxima al barranco de Víznar, en un lugar conocido como Fuente Grande (fotografía). Junto a él yacen también los cuerpos de las personas que lo acompañaron durante sus últimas horas de vida: el maestro republicano Dióscoro Galindo y dos famosos banderilleros de la CNT: Francisco Galadí y Juan Arcolla.

Dióscoro Galindo, conocido como el maestro cojo, se había formado en la Institución Libre de Enseñanza, participó en las Misiones Pedagógicas de la II República y llevó a la práctica la enseñanza laica en su pueblo, Pulianas. También participó en las elecciones de 1936 de su pueblo, representando al Frente Popular en la mesa electoral. Por todo ello se ganó la enemistad de los sectores más conservadores, que no tardaron en señalarlo como rojo al comienzo de la Guerra civil.

Francisco Galadí y Juan Arcolla eran dos célebres banderilleros granadinos de la época, que militaban en la CNT-FAI y que colaboraron en la resistencia del Albaicín para hacer frente a los sublevados; siendo detenidos tras la caída del barrio. Pasaron sus últimas horas junto a Federico y a Dióscoro en La Colonia, un cortijo granadino destinado a albergar a los condenados a muerte por los franquistas.

Desde que se llevaron a cabo con éxito estudios para localizar el emplazamiento exacto de la tumba de Federico y sus compañeros, las familias de Dióscoro Galindo y Francisco Galadí han tratado por todos los medios de conseguir el permiso para exhumar los cadáveres de sus familiares, chocando siempre con la negativa de los herederos de García Lorca, que no estaban dispuestos a que se organizara un espectáculo mediático. Sin embargo, hace unos días que los García Lorca han dado su consentimiento, alegando que no impedirán exhumar los restos de Federico, aunque no les gustaría, ya que consideran que podría desvirtuar la memoria del poeta. La familia entiende que hay más partes implicadas, que Federico no es la única persona enterrada allí y los familiares del maestro y el banderillero están en su derecho de recuperar los restos de sus antepasados. A pesar de dar su permiso, insisten en que tras la exhumación no tienen intención de trasladar los restos del poeta, que esa fosa común es ya su tumba y la de otros miles de víctimas del franquismo.

Pero la polémica sigue abierta. El investigador Ian Gibson, célebre estudioso de Lorca y descubridor del lugar exacto de la fosa común; opina que lo más importante es la verdad histórica, tener la certeza de que Lorca se halla allí enterrado. Por su parte, personajes conocidos del ámbito literario como Francisco Ayala, Luis García Montero, Javier Marías o Caballero Bonald; están de acuerdo con la familia de Lorca y opinan que se deberían dejar los restos del poeta reposando para siempre en lo que ya se puede considerar un cementerio, que andar trasladándolos no sirve de nada, y además Federico representa todos los muertos allí enterrados.

http://www.elpais.com/videos/espana/familia/Lorca/acepta/abrir/fosa/comun/elpvidnac/20080918elpepunac_7/Ves/


Se ha de entender tanto una como otra postura. Los familiares de los otros asesinados están en todo su derecho de recuperar los restos de sus antepasados, y los herederos de García Lorca lo están de temer una posible mediatización de la exhumación del poeta. En cualquier caso, se ha de evitar que estos crueles asesinatos caigan en el olvido. Tal vez lo más acertado sería que Federico García Lorca descanse para siempre junto a la fuente que sigue manando sus lágrimas en memoria de todos aquellos crímenes absurdos, pero si esto es así, que una simple piedra no sea lo único que señalice este lugar. Uno de los poetas más grandes de la literatura española se merece algo más. Se merece que todos sepan que no ha muerto.


Quiero dormir el sueño de las manzanas
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.

No quiero que me repitan que los muertos no pierden la sangre;
que la boca podrida sigue pidiendo agua.
No quiero enterarme de los martirios que da la hierba,
ni de la luna con boca de serpiente
que trabaja antes del amanecer.

Quiero dormir un rato,
un rato, un minuto, un siglo;
pero que todos sepan que no he muerto;
que haya un establo de oro en mis labios;
que soy un pequeño amigo del viento Oeste;
que soy la sombra inmensa de mis lágrimas.

Cúbreme por la aurora con un velo,
porque me arrojará puñados de hormigas,
y moja con agua dura mis zapatos
para que resbale la pinza de su alacrán.

Porque quiero dormir el sueño de las manzanas
para aprender un llanto que me limpie de tierra;
porque quiero vivir con aquel niño oscuro
que quería cortarse el corazón en alta mar.


Federico García Lorca, “Gacela de la muerte oscura”

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